Intervención de Eustaquio Castellano, Fundador y Director del Museo del Juguete en Albarracín. 

Cada época tiene grupos musicales o series de televisión que identifican un momento, una sociedad, una generación de niños y adolescentes. Con los juguetes no pasa lo mismo. Hay algunos que despuntaban hace 40 años y que siguen seduciendo a los niños de hoy. Lo que ha evolucionado es el diseño y la función educativa de muchos de ellos, tal y como apuntan los expertos.
 

Hoy existen más juguetes tradicionales que nunca, pero también es verdad que han perdido terreno frente a los soportes multimedia, que son la principal forma de diversión de los niños. «En realidad, el gran cambio se ha producido en la forma de jugar», explica Eustaquio Castellano, director del Museo del Juguete de Albarracín.
 
La irrupción de la consola explica una parte de este cambio en los hábitos infantiles. El otro causante quizá hay que atribuírselo al entorno de juego de los niños. Hoy día apenas salen a la calle a compartir sus horas de ocio con amigos del barrio o del colegio. «Las ciudades se han hecho inhumanas para jugar como se hacía antes», apunta Castellano. El niño se esparce a menudo en espacios reducidos y solo, principlamente frente a la pantalla de un ordenador o de una consola.
 
En consecuencia, hay juguetes y maneras de divertirse que han ido cayendo en desuso y otras que han desaparecido, como lo hacen las modas en cualquier otro ámbito. Echemos la vista atrás. Hoy día ningún niño sabría decir para qué sirven las tabas. Y lo de pasar el rato haciendo la guerra con un par de soldaditos en las manos también ha pasado a la historia.
 
El yo-yó, que fue un clásico de los años ochenta, forma parte de ese reducido grupo de artilugios que renacen de forma cíclica, al igual que la peonza o el patinete, adaptados a cada época con diseños más espectaculares. No se puede decir lo mismo con otros juegos de calle como las chapas o las canicas. Si los niños de hoy viven la experiencia del fútbol a través de la Wii, hace dos décadas lo hacían con partidos de chapas sobre las que pegaban la cara del jugador o del ciclista favorito.
 
La comba y los cromos no pasan de moda
«El caso de las niñas es distinto: los juegos atribuidos a ellas apenas han evolucionado en las últimas décadas», explica María del Carmen Martínez Reina en una tesis sobre la forma en que los juegos determinan el futuro profesional de los niños. Quizá por ese motivo las niñas siguen saltando la comba y la goma (el Hula-Hop pasó a mejor vida), sobre todo en el colegio: «La escuela es un mundo aparte, pues sólo entra en ella -de momento- lo que permitimos los maestros, así que los niños juegan a lo de toda la vida», apunta Raúl Sánchez, profesor de primaria en la escuela Platero de Meco, en Madrid.
 
Los cromos son otra puerta de entrada al disfrute y conocimiento del entorno. Cada temporada aparecen nuevas colecciones y muchos niños las siguen religiosamente gracias al dinero de papá y mamá. Antes no siempre era así. Había que llevarlos al cole, exhibirlos y cambiarlos como única vía para completar el álbum.
 
En casa también se ha modificado sustancialmente la relación de los niños con sus instrumentos de ocio. Además de la invasión de los videojuegos, que propician el individualismo frente al juego colectivo, los juguetes están más limitados. «Antes, un niño podía usar un Playmobil para hacer la guerra y para lo contrario. Su fantasía era la que mandaba. En cambio, las figuras de hoy están muy dirigidas a una sola dirección, sólo sirven para una cosa», explica Castellano, que pone a Lego y Playmobil como marcas modélicas por su capacidad para fabricar buenos juguetes capaces de resistir el paso del tiempo.
 
Juegos de mesa
El hábito de jugar solo en casa también ha terminado por desplazar a los juegos de mesa entre las preferencias infantiles. En cambio, hoy día se venden más que nunca, explica el director del Museo del Juguete. «Esto se debe a que ahora quienes los compran son los jóvenes, que lo han convertido en una forma de ocio alternativo para estar con los amigos».
 
También ha cambiado la manera en que se instauran las modas: antes era cosa de niños, ahora lo hacen las empresas: «El fabricante impone hoy día lo que quiere vender. Hace años eran los padres y los propios niños. El contacto con el juguete se producía en la tienda, y la primera impresión era la que quedaba al verlo en el escaparate. En los ochenta, con la irrupción de la publicidad a gran escala en la televisión todo esto cambió», dice Castellano.
 
La abundancia de juguetes y la carencia de destrezas sociales que muestran muchos niños hoy día hace hablar a los expertos de una contradicción: los padres tienen más posibilidades que nunca a la hora de seleccionar, sin embargo cada vez dedican menos tiempo a esta tarea. «Si se trata de comprar unos zapatos, le prueban ocho pares en cuatro tiendas distintas, pero el juguete se compra a la primera y siempre el que dice el niño», comenta Castellano
 
Cuando los adultos hablan de juguetes es fácil que caigan en la mitificación del pasado, en la nostalgia, y  al mismo tiempo en la demonización y el menosprecio hacia los juegos multimedia de ahora. ¿Es una actitud comprensible? Habla el profesor Raúl Sánchez: «Creo que la tecnología avanzará en el sentido de cubrir la necesidad que tienen los niños de competir, colaborar y de interaccionar. Quizá en el futuro veremos a niños jugando a la rayuela virtual o a hacer películas de animación o jugando al fútbol con muñecos que, en la pantalla, repiten nuestros movimientos. En esos partidos quizá puedan participar niños que están a varios kilómetros de distancia».
 
La duda -añade el docente- está en que si los niños juegan por naturaleza y actualmente eligen soportes multimedia cada vez más sofisticados y con mayores posibilidades de interacción, ¿no será que éstos cubren mejor sus necesidades de aprender, relacionarse y divertirse que las chapas o las tabas? El debate sigue abierto.

Fuente: La Razón

Fecha: 25/06/2010