albarracin

© shutterstock

ALBARRACÍN

De color rojizo, Albarracín es el pueblo que más suena de todos los turolenses. Lo embellecen sus murallas y sus calles empinadas que trepan por el peñón sobre el que se asienta. Desde la plaza mayor, da un poco igual qué camino tomar, porque todos resultan deliciosos para perderse. A su paso, van apareciendo sus joyas monumentales: la catedral, el Palacio Episcopal, el convento de San Esteban, las iglesias de Santiago y Santa María, además de algunas casas singulares, como la de la Julianeta, la del Chorro y la de la calle Azagra. Después de ver el pueblo, hay que conducir una docena de kilómetros para llegar a los Pinares de Rodeno un roquedal de arenisca roja desfigurado por miles de grietas, cárcavas, hoces y barrancos y tapizado de pinos resineros o rodenos que alberga excepcionales muestras de arte rupestre levantino.

calaceite

© shutterstock

CALACEITE

Calaceite es ejemplo perfecto de lo que tienen en común los cinco pequeños pueblos declarados conjunto histórico de la comarca del Matarraña. Además de su natural sosiego, una plaza mayor presidida por el monumental edificio que acoge el ayuntamiento, con lonja en su planta baja, cárcel en la inferior y galería superior. A su alrededor, calles y plazas empedradas de austera belleza a las que asoman casas señoriales, otras tradicionales pintadas de añil y capillas-portales. El Museo Juan Cabré, dedicado al polifacético arqueólogo hijo de la villa, y, a las afueras, el poblado ibérico de San Antonio, le distinguen.

cantavieja

© shutterstock

CANTAVIEJA

Situado como está un peñón calizo, en Cantavieja lo primero que se hace es asomarse a sus miradores, desde los que se admiran los paisajes del Maestrazgo turolense. Luego, caminando por su trazado medieval, ordenado en torno a una plaza porticada, donde se levanta la iglesia de la Asunción, lo que va saliendo al paso es un maravilloso patrimonio monumental y arquitectónico, fruto de una tremenda historia que no se corresponde con su tamaño y que le hizo ser testigo de batallas entre templarios, san juanistas y carlistas.

iglesuela-cid

© shutterstock

LA IGLESUELA DEL CID

Que fuera en este lugar donde Rodrigo Díaz de Vivar se detuvo en su largo viaje hacia Valencia le ha dejado a esta villa amurallada del Alto Maestrazgo su nombre y un importante episodio de su historia. Pero La Iglesuela tiene mucho más por descubrir, como un casco urbano adornado de bellas mansiones, el portal de San Pablo, la torre del Nublo –la antigua torre del castillo templario–, o, entre esta y la iglesia de la Purificación, la casa consistorial.

mirambel

© shutterstock

MIRAMBEL

Cinco son los portales de su muralla, que junto con sus cuatro torreones y su castillo-palacio constituyen el recinto fortificado mejor conservado de la comarca del Maestrazgo. Premio Europa Nostra a la restauración del patrimonio arquitectónico, también posee el mejor conjunto de casas solariegas, destacando la de los Aliaga y la de los Castellot. Merecen asimismo atención las casas consistoriales, con su típica lonja en esquina y la antigua cárcel anexa; y el convento de las Agustinas.

puertomingalvo

© shutterstock

PUERTOMINGALVO

Encaramado sobre un crestón calizo en el confín de Aragón, Puertomingalvo, en la comarca del Maestrazgo, es una reliquia viva de la Edad Media, con restos de los lienzos y puertas de su muralla, su castillo del siglo XII y su ayuntamiento gótico, cuyas antiguas mazmorras albergan el Centro de Interpretación de Castillos del Maestrazgo.

rubielos-mora

© shutterstock

RUBIELOS DE MORA

Numerosas casas hidalgas adornan este pueblo merecedor del Premio Europa Nostra y en el club de Los pueblos más bonitos de España: la de los marqueses de Villasegura, la de los condes de Creixell, la de los condes de la Florida… Dos rincones que requieren también su tiempo son la lonja de la casa consistorial renacentista y el claustro del antiguo convento de los carmelitas calzados, hoy patio de vecinos.

valderrobres

© shutterstock

VALDERROBRES

A la comarca de Matarraña se la conoce como la Toscana española, y de ella Valderrobres ejerce como capital. Desde su puente de piedra, que lleva hasta la Puerta de San Roque, entrada principal a la villa, se admira el soberbio castillo de los Heredia que domina el caserío, una bella fortaleza gótica que fue residencia de los arzobispos de Zaragoza, y hasta acogió a las Cortes de Aragón en 1492. Formando conjunto con él está la iglesia de Santa María la Mayor. Y luego, callejeando, se van viendo en el paseo portales adovelados, casas señoriales y el edificio renacentista del ayuntamiento, que mereció ser reproducido en el museo del Pueblo Español con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.