En el corazón de Arizona hay un cráter gigantesco, el mayor de Estados Unidos. Se llama Barringer, mide un kilómetro y 200 metros de diámetro, tiene 180 metros de profundidad, lo generó un meteoro de níquel y hierro hace 50.000 años y es toda una atracción turística. Se radica en el área de Winslow, pequeña ciudad inmortalizada por los Eagles en su canción ‘Take It Easy’. En el Barringer hay observatorio, vídeo interactivo, guías uniformados y tienda de recuerdos, por supuesto. Allá entrenaron los astronautas de las misiones Apolo antes de ir a la Luna.
Villar del Cobo no tiene guías uniformados, pero a número de grandes cráteres no le gana Winslow. Una salvedad, más allá del tamaño; no son exactamente cráteres ni producto de un impacto extraterrestre, sino dolinas. Una dolina es una depresión geológica; el terreno, especialmente si es de origen kárstico, se viene abajo (no es cuestión de ánimo, sino física y muy gráfica) porque ciertas rocas formadas por minerales solubles en el agua se hunden. El término dolina, por cierto, viene de Eslovenia y significa valle. A la salida de Villar del Cobo, en un terreno lindante con Griegos, hay cuatro dolinas de tamaño considerable que se pueden visitar sin el menor problema.
Aunque muchos visitantes y lugareños se animan a la andada desde el pueblo, lo habitual es acercarse con el coche hasta las inmediaciones del terreno. Se deja la carretera y se transita por una variante de tierra durante un kilómetro hasta un punto en el que es preferible dejarse el vehículo y patear. La primera que aparece, la de más tamaño, está a menos de un kilómetro de paseo. Tiene 350 metros de diámetro y unos 50 de profundidad: impresiona. Además, los pinos la adornan como si se tratase de una corona de laurel en la cabeza de un César. Bajando con cuidado entre los árboles se alcanza el punto más bajo y la tentación de una fotografía o vídeo de 360 grados es grande; el efecto es impresionante, pero desde arriba (que si se baja hay que subir) también impresiona la imagen.
Una excursión completa
Las dolinas de Villar están sobre calizas del jurásico y presentan una morfología en embudo. Para quienes se animen a ver más de una, el proceso es sencillo: rodear a la primera gran circunferencia y seguir trocha hasta la siguiente, algo menor en tamaño. Muy próximas hay otras dos, más pequeñas, y en otros puntos del área se puede encontrar alguna más, pero en el área de Villar son cuatro. Además, en el camino y en toda el área circundante es muy sencillo hallar fósiles de diferentes formas y tamaños. La excursión completa en la zona, sin paradas largas, puede llevar unas dos horas desde el pueblo.
Al lado contrario de Villar, con otros montes ante los ojos, existe la opción de La Dehesilla. Se trata de un área de acampada que dista apenas dos kilómetros del centro del pueblo, con más de 9.000 metros cuadrados hábiles para plantar la tienda. Además, dispone de duchas, fogones, agua potable, lavadero, aseos, energía eléctrica e instalaciones deportivas. Una buena opción para turismo familiar o grupos de amantes de la montaña que busquen la inmersión directa en el admirable paisaje serrano.
La Malena y el agua fresca de manantial en la Fuente Cobeta
José Emiliano Fornés es de Villar, lo mismo que su esposa, Isabel Martínez. Ambos llevan la casa rural Las Espigas; Isabel se ocupa del Ventorro, terraza y bar con tienda de abastos contigua. José Emiliano es cartero y se ocupa de varios pueblos de la Sierra de Albarracín. Ahora mismo lleva el suyo y otros cinco: Torres de Albarracín, Tramacastilla, Noguera de Albarracín, Guadalaviar y Griegos.
Al villarenco se le ilumina la cara al hablar del entorno de su pueblo. “Tenemos muy cerca la Ermita de Santa María Magdalena, que para nosotros es la Malena; habéis llegado justamente en el día de la fiesta, aunque este año no se puede celebrar, claro. Lo típico es marchar hasta la ermita desde el pueblo y luego acercarse a la zona de la Fuente para comer con amigos y familiares. Ese día se sale sin sed, ¿sabéis?”, bromea el cartero.
No es la única fuente manantial del término;la otra con mucha popularidad en la zona es la de Burbullón. En el paraje de Bucar, zona que alberga la ermita y la fuente Cobeta, no faltan los cardos, que dan magníficas flores; junto al caño de la fuente hay margaritas. “El agua está fresca todo el año, en invierno hiela afuera, claro, pero lo que es el manantial sale el año entero a la misma temperatura”.
El origen de la ermita es del siglo XV; de hecho, fue consagrada en 1483 por el cardenal Bartolomé Martí. Está hecha en mampostería encalada, con cubierta a doble vertiente y techumbre de madera. La talla de la Virgen se conserva en la parroquia y solo se lleva a la ermita en romería. El pequeño templo servía al poblado de Casas de Bucar, hoy abandonado;era lugar de reunión de los ganaderos de la sesma de Villar del Cobo.
Belleza patrimonial, desde lo religioso a la arquitectura civil
Además de las obvias bondades de su entorno, Villar del Cobo tiene una morfología agradable en su casco urbano, no exenta de paradas brillantes como la casa-palacio de los Muñoz, muy valorada en el contexto de la Comunidad de Albarracín por su dimensiones y la riqueza de sus rejas. También destaca la galería de vanos adintelados con dibujos geométricos. Por otro lado, la iglesia de los Santos Justo y Pastor corona la salida del pueblo hacia la vecina Griegos. Es renacentista, con pinceladas góticas, y data del siglo XVI, levantada sobre una anterior del XII. Tiene una nave de tres tramos con dos capillas a cada lado. El templo tiene un atrio perteneciente a la construcción anterior, cerrado por una estructura de madera. La esbelta torre tiene cuatro cuerpos: los tres primeros son cuadrados y el cuarto, octogonal, fue construido por Alonso del Barrio en 1.614.
VILLAR DEL COBO
Comarca. Sierra de Albarracín.
Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 66 kilómetros por la N-234 y la A-1512, atravesando Albarracín y Tramacastilla.
Comer y dormir. El bar municipal, junto al ayuntamiento, también ofrece comidas. Además, está la taberna y bar el Ventorro, y la casa rural Las Espigas.
Arqueología. Hay vestigios de poblados ibéricos en el término, localizados en La Calzada y en el Morrón Redondo.
Las setas. En otoño, toda la Sierra se consagrada la búsqueda de setas, pero las especies primaverales ganan interés año tras año, y Villar no es una excepción. En sus laderas destacan los perrechicos, la seta de cardo, la colmenilla y, por sus propiedades medicinales, el yesquero del pino.
Ermita de la Virgen del Rosario. Se puede acceder andando por una calle al otro lado del cauce que cruza el pueblo. La ermita se rodea de una bonita pradera con un abrevadero y desde este lugar se observa una buena vista de la población.
Artículo incluido en la serie ‘Aragón es extraordinario‘.
No hay comentarios