La recuperación de esta actividad ha creado más de 300 puestos de trabajo en Segovia en apenas tres años. Ahora, la DGA estudia refundar este oficio en la Sierra de Albarracín.
Mirar al pasado para poder construir un futuro. Bajo la inspiración que proporciona este lema varios pueblos de Teruel han comenzado a dar los primeros pasos para recuperar la actividad resinera en la zona. Un oficio que ocupó una papel fundamental hace más de 50 años en la Sierra de Albarracín, y que ahora se busca rescatar del olvido para generar empleo en la lisiada economía rural turolense.
Con esta idea, los municipios de Bezas, Rubiales, Tormón y el Ayuntamiento de Albarracín participarán a partir del mes que viene en un estudio impulsado por el Servicio Provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de la Diputación de Teruel, la Famcp, y la DGA que evaluará la viabilidad de resucitar la resinación en la zona.
Esta práctica, que consiste en extraer y tratar la resina de los pinos para generar con ella pinturas, plásticos y otros sintéticos, tuvo su punto álgido en nuestro país en los años 60, cuando España era la tercera productora mundial de este bien. Sin embargo, a partir de los años 80 la entrada en el mercado de China y Brasil junto con el aumento de los sueldos acabó sesgando una actividad que estaba instalada en 49 provincias españolas, de las cuales Segovia y Teruel eran los principales referentes.
«La actividad en Albarracín se redujo completamente con la llegada de la importación», explica Faustino Archilaga, alcalde de Tormón y resinero durante doce años de su vida, que vio como la industria desaparecía de su pueblo y que ahora se ha empeñado en devolverla a la vida. «Para pueblos pequeños como este -de apenas 34 habitantes– una actividad de este tipo podría ser un tesoro», explica el Alcalde, que encabezó las primeras propuestas junto con el pueblo de Bezas para estudiar la viabilidad del plan.
Segovia, el espejo de Albarracín
La resinación estaba abocada a ser únicamente un recuerdo en los museos etnográficos hasta que el pueblo de Coca, en Segovia, se puso manos a la obra. Viendo como el precio de la resina traída de China -productor del 80% de la resina mundial hasta hace unos años- comenzaba a subir debido al aumento del nivel de vida en el país asiático, el alcalde de Coca, Juan Carlos Álvarez, se lanzó a recuperar la resinación hace algo más de un lustro. Cinco años más tarde, el número de trabajadores dedicados a este sector se ha incrementado en un 225%, exportándose el modelo caucense al resto de Castilla y León para dar trabajo a más de 600 parados.
Tras este impulso, España consiguió producir en 2012 un total de 6.500 toneladas de resina, cifra que pese al incremento, sigue suponiendo aún una ínfima parte de las 30.000 que cada año requiere la industria de nuestro país. «Creemos que hay mercado para la resina nacional», explica Archilaga, que justifica su intuición haciendo referencia a la subida del precio de este material en China y Brasil y a la mejor calidad de la resina nacional.
Más de 150.000 pinos
Pero antes de empezar a extraer resina, los pueblos interesados y la DGA han desarrollado un calendario de pruebas y estudios que tiene como objetivo dilucidar la viabilidad del plan. La cifra es clara. Si de cada pino se consigue extraer un mínimo de dos litros y medio de resina al año -el litro se paga en la actualidad a un euro, y las previsiones apuntan al alza- la actividad es viable.
«Se van a hacer prospecciones en 500 pinos cercanos a cada localidad», señala Emilio Pérez, ingeniero del Servicio Provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Teruel, que calcula que en el entorno de estos pueblos se pueden contabilizar más de 150.000 pinos explotables.
«Los pinos podrían dar hasta 4 litros, pero es bueno asegurarse», comenta Pérez, quien señala que el primer paso del plan se dará en apenas dos semanas, con el envío de dos técnicos a la explotaciones Segovianas para que aprendan los nuevos usos de un oficio que, a punto de caer en el olvido, puede estar cerca de volver para dar vida a toda una comarca.
Fuente: Heraldo
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