Antonio Pérez Sánchez atesora una sabiduría que deambula por las zonas altas de la ciudad de Teruel. Las torres mudéjares, el artesonado de la catedral, las fachadas modernistas heredadas de Pablo Monguió nos hacen guiar la vista hacia el cielo, ahora que caminamos mirando al suelo.
Incluso la altura de nuestro protagonista, tan singular como la del Quijote, nos permite ensanchar la mirada a uno de los logros de su trayectoria profesional: el proyecto que permitió al mudéjar turolense ser declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en noviembre de 1986 y los estudios sobre las fachadas y rejerías de edificios que singularizan el modernismo turolense. Dos hitos en su historia profesional que él concluye con una humilde intención: «Por lo menos, lo intentaba hacer bien», afirma.
El patrimonio histórico que puebla el centro de Teruel nunca es ajeno a la gente. Turolenses y visitantes, ponen fisonomía y bullicio a la piedra y la cerámica. El confinamiento le ha hurtado a Antonio Pérez ver la grandiosidad de las torres mudéjares en soledad, una imagen que intuye «demoledora». Y añade: «No he tenido esa experiencia porque no podemos hacerlo, pero me la imagino».
Antonio Pérez fue concejal de Chunta Aragonesista en el Ayuntamiento de Teruel durante varias legislaturas. Conoce la política local que capea esta crisis en pequeñas dosis. Otra cosa es, dice, la nacional y autonómica que hoy, más que nunca, necesitan de la unidad de todos.
«Meterse en la piel de los que tienen hoy en día responsabilidades es muy difícil; en el Ayuntamiento pasará igual aunque es distinto, es de un orden menor, pero a nivel del Estado es tremendo y por eso no entiendo que en estos momentos hay oposición a cosas en las que deberían estar todos unidos; no me entra en la cabeza», continúa.
A Antonio Pérez le preocupa el futuro. Su generación no fue la de la Guerra Civil, nació en 1947, y el coronavirus será un mal sueño. Por eso se fija en un horizonte que ya es de otros y que adivina que va a ser duro para los hoy más jóvenes.
Antonio Pérez no ha sido, en modo alguno, el caballero de la triste figura que decía Sancho del Quijote; activista social y cultural, optimista por naturaleza, le va más la frase cervantina que decía: «Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades».
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