Muy pronto, los visitantes de la Catedral de Albarracín podrán contemplar un nuevo retablo en sus capillas. Es el que están reconstruyendo los 10 alumnos del Curso de Restauración que imparte la Fundación Santa María tras localizar en el inmenso almacén del templo todas las piezas que componían la obra en origen. No ha sido fácil, «ha habido que buscar y rebuscar mucho», destaca el profesor que dirige la formación, Ignacio Barceló.
Fue el gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, quien sospechó que los fragmentos que debieron acompañar en su día a la magnífica predela expuesta en solitario desde hace años en el Museo Diocesano quizá no habían salido de la Catedral. Y así fue. Manos a la obra, alumnos y profesor desenterraron de entre montones de objetos eclesiásticos una veintena de trozos del retablo. Han desaparecido las pinturas de los santos a los que estaba dedicada la obra, así como la escultura de bulto redondo que debía ocupar la hornacina central, «pero la mazonería está completa», subraya Barceló.
Curiosamente, se trata «del retablo renacentista más imponente en volumen y policromía de cuantos hay en la Catedral, salvando el que preside el altar mayor», explica el restaurador. Mide, de hecho, más de tres metros de alto y casi tres de ancho. «Y es de una calidad artística extraordinaria», apostilla Barceló, que atribuye a esta cualidad la pérdida de las tablas pintadas que decoraban la mazonería.
El retablo conserva su cromatismo dorado, sus columnas, su friso y su gran cornisa, mientras la predela muestra unas «maravillosas» pinturas renacentistas que representan a los 12 apóstoles. La obra fue realizada en el siglo XVI, el momento de mayor apogeo de Albarracín, cuando se construye la Catedral.
Una vez recompuesto, el retablo se instalará en la capilla del claustro de la Catedral conocida como ‘La Parroquieta’, donde quedará expuesto como ejemplo de las muchas obras de arte que atesora el templo principal de Albarracín, algunas de ellas, todavía por descubrir.
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