En esta época otoñal, el color rojizo de sus edificaciones contrasta con los tonos verdes, ocres y marrones del paisaje que rodea a esta localidad, incluida en el listado de los pueblos más bonitos de España y uno de los más visitados.
La Casa de la Julianeta, que se levanta en el ángulo que forman dos calles en cuesta, la del Portal de Molina y la de Santiago, es, sin duda alguna, uno de los lugares más fotografiados de Albarracín, junto a sus viejas murallas, que protegieron al municipio hace siglos y en cuya restauración se lleva trabajando más de una década.
Y lo es porque este edificio es el ejemplo más significativo de la arquitectura popular de esta localidad turolense, que puede presumir de ser uno de los Pueblos más Bonitos de España, uno de los más visitados del país y uno de los mejor conservados.
Su legado arquitectónico y urbanístico es de tal magnitud que es complicado decantarse por un edificio o un emplazamiento concreto, ya sea la plaza Mayor, la catedral, las iglesias de Santiago y Santa María o la Casa-Museo Noble de la familia Pérez y Toyuela. Y esto es así por el magnífico trabajo que en las últimas décadas ha realizado en el municipio la Fundación Santa María de Albarracín, fiel guardiana y conservadora de su patrimonio artístico y cultural.
Pasear por Albarracín es un placer para todos los sentidos. El de la vista, por la belleza rojiza de su casco urbano; el del oído, por la paz que se percibe en sus calles a pesar del trasiego de visitantes; y los del olfato y el gusto, por su riqueza culinaria, que se materializa en los restaurantes y tiendas de alimentación de la zona.
Y junto a su rico patrimonio cultural y arquitectónico, Albarracín es el lugar ideal para la práctica de actividades senderistas ya que cuenta con espacios naturales de gran belleza, como el paseo que transcurre por el meandro excavado por el río Guadalaviar o el conocido como el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno, un espacio natural que destaca por su flora, fauna y geología.
En el corazón de los Montes Universales, a casi 1.200 metros de altitud, Albarracín nunca deja de sorprender al visitante, que mira con fascinación sus casas, encaramadas en un promontorio rocoso y protegidas por una larga muralla defensiva en la que destacan, entre otros elementos, el castillo del Andador y la torre de Doña Blanca.
El camino, al que se accede desde diferentes lugares, como la calle del Chorro, el Portal de Molina o la plaza Mayor, es uno de los lugares más transitados, ya que son muchos los viajeros que quieren disfrutar de las vistas panorámicas de un emplazamiento que destaca por la armonía de sus construcciones, que lucen en sus fachadas su característico color rojizo.
Visitas guiadas. Una de las mejores y más completas formas de conocer los encantos y secretos que encierra Albarracín es disfrutando de una visita guiada por sus calles y sus monumentos más emblemáticos. Las organizan desde la Fundación Santa María (www.fundacionsantamariadealbarracin.com; teléfono 978 704 035) y también desde la empresa de servicios turísticos El Andador (www.elandadoralbarracin.es).
Albarracín es uno de los rincones más visitados no solo de Aragón, sino también del resto de España, y lo es porque ha sabido conservar en sus calles y edificios singulares, el encanto y la magia medieval en pleno siglo XXI. Y lo ha hecho siendo fiel a sus más de 1.000 años de historia y apostando fuerte por una completa y escogida oferta cultural.
Un paseo por sus calles permite descubrir algunos de sus edificios más conocidos, como la casa de Monterde, la catedral o el palacio Episcopal, zona en la que se levanta su conocido mirador desde el que se obtienen unas magníficas vistas de esta localidad, que en cualquier rincón atesora detalles que merece la pena descubrir, como la original casa azul de los Navarro Arzuriaga, que llama la atención entre tanto tono rojizo.
Aunque cualquier hora del día es buena para visitar Albarracín, es al atardecer, en el momento en el que el sol ya se ha ocultado tras sus murallas, cuando el paseo se hace más íntimo y el silencio se convierte en otro de los grandes protagonistas de esta escapada, tan rica en cultura y patrimonio.
Pinares de Rodeno
Junto a estas riquezas, Albarracín también sobresale por ser un gran destino natural y en sus alrededores es habitual ver a numerosos aficionados a la escalada Boulder, sin cuerda y a baja altura, ya que este es uno de los escenarios europeos más recomendados para la práctica de esta actividad.
Además, cuenta con numerosos senderos y caminos que invitan a ser disfrutados en bici o caminando, como es el caso de la zona que transcurre siguiendo el cauce del río Guadalaviar, que prácticamente rodea a todo el municipio.
Pero esta visita no estaría completa sin una escapada a la zona conocida como el Paisaje Protegido de los Pinares del Rodeno, un espacio natural que tiene recorridos de diferente dificultad, y que se distribuye a lo largo de tres términos municipales de la provincia de Teruel: Albarracín, Bezas y Gea de Albarracín.
En esta zona se pueden visitar varios abrigos rocosos en los que nuestros antepasados dejaron constancia de su potencial artístico hace entre 6.500 y 12.000 años. En varias de estas oquedades se pueden contemplar unas magníficas pinturas rupestres de estilo levantino que representan escenas de la vida cotidiana y que fueron, junto con las de Altamira, de las primeras reconocidas como rupestres en España y declaradas, por su importancia, Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1998. Arte, naturaleza y aventura en una localidad que atrapa a quien la visita y que invita a recorrer sus calles una y otra vez.
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