Leo Riera Lorente cumple hoy una semana de vida pero no conoce a sus abuelos ni a sus tíos. Su mundo se reduce a Vanessa y Dani, sus padres, y al personal del hospital Obispo Polanco que le ayudó a nacer el 20 de marzo de 2020, en plena crisis por el coronavirus. Tampoco ha estrenado el carrito que con todo el cariño eligieron para él. La presentación en sociedad y los paseos tendrán que esperar a que pase el confinamiento y a que sus padres se sientan seguros para salir a la calle.
Una calma tensa. Eso se encontraron Vanessa Lorente y Dani Riera cuando acudieron al hospital Obispo Polanco el viernes 20 de marzo para una cesárea programada. Leo es su primer hijo y venía de nalgas, por lo que la cesárea era lo más aconsejable y se planeó días antes de que España decretara el estado de alarma por la crisis del Covid-19. Cuando escucharon las medidas adoptadas por el Gobierno ellos ya tenían hora para que naciera Leo y a los nervios de todo padre primerizo se sumó la situación de emergencia sanitaria internacional.
La madre reconoce que no paró de llorar desde que llegó al hospital hasta que salió. Lágrimas de emoción, porque el nacimiento de un hijo es una de las cosas más importantes en la vida de una persona, pero en este caso también por temor. “Lloraba por todo, por ilusión y por miedo. Primero cuando llegué al hospital por el miedo, te reciben con mascarillas pero intentando aparentar normalidad. Enseguida las chicas vinieron para decirme que no me preocupara, que me iban a apoyar en todo. Me trataron fenomenal, no paraban de decirme que todo está bien, pero les ves a ellas que no está todo bien”, describe Vanessa Lorente.
Acudieron con la misma ilusión que tiene cualquier pareja de ver por primera vez la cara de su hijo, pero con temor. Mucho más del que suelen tener los padres primerizos, que encuentran en el hospital su zona de confort. “Miedo por la situación que hay, pero también por cómo lo vamos a vivir. Te has hecho tus planes de que será un momento súper feliz que vas a pasar con tu familia y de repente te ves solo”, explica la madre.
Las cesáreas se practican en el quirófano y solo entra la madre y el personal médico, pero el padre sí puede estar en la zona donde se prepara a la parturienta y se le ponen los monitores para controlar al bebé. En este caso Dani Riera no salió de la habitación durante todo el proceso, solo cuando ya nació Leo pudo ir a Pediatría para la práctica de la técnica piel con piel, que consiste en colocar al bebé en el pecho del padre para notar su calor hasta que la madre abandona la sala del despertar. “En condiciones normales no podía estar en el quirófano, pero por la situación no me dejaron entrar ni al paritorio, estuve todo el parto solo en la habitación”, relata el recién estrenado padre.
La habitación no la compartieron con nadie y, aunque la recuperación de una cesárea es de entre 2 y 3 días, los médicos aconsejaron a Vanessa realizarla en su domicilio y le dieron el alta al día siguiente. “Leo nació a las 9 de la mañana del viernes y el sábado a las 2 de la tarde ya estábamos en casa”, dice. Era lo que querían, para evitar riesgos, y también lo que le recomendaron los médicos, pero la pareja echó en falta el apoyo de las profesionales del Polanco que todas las madres tienen en las primeras jornadas junto a su bebé. “Nos ofrecieron la posibilidad de que, dada la situación, adelantáramos el alta”, explica la madre, quien reconoce que aunque estaba toda dolorida pensó que era lo mejor para todos.
“Cuando tienes un hijo necesitas que las enfermeras estén ahí, que te expliquen y a mí me han ayudado mucho, pero es que ha sido solo un día”, relata. Además, “por un lado quieres que te ayuden pero por otro prefieres que no se te acerquen mucho por si acaso. Es como una calma tensa, se quiere aparentar tranquilidad y no paran de recordarte que estás en una planta muy tranquila y controlada, pero no dejas de estar en un hospital donde hay varias plantas con infectados”, dice.
Desde luego, el nacimiento de Leo no es lo que Vanessa y Dani esperaban de la llegada al mundo de su primer hijo, como tampoco su primera semana de vida, en la que “el carrito está de decoración en la entrada de casa”, comentan.
Al estrés que todos los padres primerizos suelen tener se suma el miedo por el contagio, aunque Lorente dice que los médicos les aseguraron que los bebés no corren riesgos. “Es muy estresante, acabas agotado del estrés y del miedo. El pediatra nos dijo que habían estudios que demostraban que no afectaba a los bebés, aún así te preocupa llevarlo al hospital, donde hemos tenido que volver para las pruebas porque al estar solo un día no salió con ellas hechas”, especifica.
El estado de alarma ha complicado además el papeleo que hay que tramitar cuando se tiene un bebé. Al agobio de salir a la calle en la situación actual se suma que “la Seguridad Social está cerrada, para ir al registro nos ha parado la policía y todavía no hemos podido tramitar la baja maternal y asignarle pediatra. Son muchas cosas y los papeles van todos muy lentos”, comenta.
En casa no se aburren porque Leo llena todas sus horas, además, aunque no reciben visitas, sí hacen muchas fotos y videollamadas para que toda la familia pueda, a través de las nuevas tecnologías, disfrutar un poquito del nuevo miembro.
Los padres de Dani están en San Agustín, a donde llegaron desde Barcelona para poder conocer a su nieto nada más nacer, pero de momento no han podido acercarse a Teruel por la pandemia. Tampoco los hermanos de Dani han viajado desde Barcelona ni lo ha hecho la hermana de Vanessa, que reside en Valencia. Todos están ansiosos por conocer a un niño al que sin duda toda la familia tendrá muchas aventuras que contarle sobre su nacimiento dentro de unos años.
Eso sí, los emocionados papás avisan a sus familiares y amigos de que la fiesta por la llegada de Leo será inolvidable. No en vano disponen de todo el tiempo del mundo para prepararla
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