La viticultura extrema de la alta montaña está volviendo a reintroducirse en la Comarca de la Sierra de Albarracín. El joven de Albarracín, Gustavo Calvé, trabaja en la recuperando el cultivo de la viña en Gea de Albarracín, Bezas y Albarracín. Son viñedos a más de mil metros de altitud que ofrecen en el vino unas cualidades diferentes basado en la calidad. El proyecto de recuperación está en sus primeros años y ya ha embotellado en muestreo los primeros caldos con la marca “Esencia de Albarracín”. Las uvas elegidas son las que cultivaban los abuelos hace décadas, la garnacha y la bobal, que son las que mejor se adaptan al clima y ambiente de la Sierra de Albarracín.
El joven de Albarracín, Gustavo Calvé, en su proyecto de recuperación del patrimonio histórico vitícola de la Sierra de Albarracín, está dando los primeros pasos que arrancó en 2015 y que cuenta con el apoyo del ingeniero agrónomo y especialista en viñedos, Julio Prieto.
Gustavo Calvé, autodidacta, señala que empezó a interesarse por el vino por la tienda familiar que regenta en Albarracín al explicar a los clientes los vinos que se vendían y de ahí nació por saber sobre los vinos en altura y de los beneficios que aporta a la uva y al vino.
En esta línea, Calvé recordó que en Albarracín había tradicionalmente viñedos, entre ellas las de su familia, y hasta un cubo donde los agricultores echaban las uvas. Hoy en día aún se conserva una pequeña viña, una veintena de viejas cepas, en Albarracín, además de la nueva plantación de viñedo hecha por el propio Gustavo Calvé. “Los abuelos buscaban los terrenos, laderas donde se tenía más horas de sol y aireados, para evitar las heladas dado que la altitud de Albarracín está a 1.150 metros de altitud y llega hasta los 1.300 metros”.
En los años sesenta del siglo pasado con la éxodo de la población rural a la ciudades se abandonaron los viñedos y se arrancaron, dejando las laderas de los montes en el antiguo camino a Gea de Albarracín yermas.
Gustavo Calvé apuntó que en 2017 es cuando hizo la primera plantación de viñedo en Albarracín, que en Bezas recuperó un antigua viña en 2018 y otra que también ha recuperado en Gea de Albarracín. En total cuenta con una extensión de 2 hectáreas de viñedo de garnacha antigua y de bobal. “Estas dos clases de uva son las que mejor se adaptan al clima y terreno de la Sierra de Albarracín. Son las uvas que cultivaban nuestros abuelos y las que mejor rendimiento dan para la zona. Son uvas que resisten muy bien el sol y presentan una gran afinidad con el medio en el que se encuentran”.
Calvé ya hecho su primer vino con carácter de muestreo y tiene registrada su marca para la venta de vino embotellado que se llama “Esencia de Albarracín”. Ha realizado una pequeña elaboración de vino a través de un bodeguero amigo. Un vino tinto que tuvo 13,5 grados.
Avanzó que el objetivo es seguir con la recuperación del cultivo de la vid en altura para llegar a elaborar a corto plazo unas 10.000 botellas al año y contar con una pequeña bodega. “Un vino de calidad que aprovecha la altitud donde están las viñas, que tienen un aire super sano y con unos excelentes índices de ultravioleta. Estas viñas además tienen una envidiable variación térmica que ofrece la provincia de Teruel, que es única en este sentido. Se pasa de 25 grados a casi 0 grados”. El joven viticultor resaltó que la uva madura más lentamente y con una vendimia que se hace en noviembre.
El ritmo de maduración de las uvas en los viñedos de altura es, en general, más lento debido a que la amplitud térmica es elevada, con grandes diferencias entre la temperatura máxima del día y la mínima de la noche. Durante el día el aumento de la luminosidad solar y de las emisiones de rayos ultravioletas (UV) facilitan el proceso de fotosíntesis, llevando a un desarrollo más rápido de los azúcares en la baya, pero la llegada de la noche con un pronunciado descenso de las temperaturas, detiene por completo este proceso. Esta situación tiene como consecuencia un ritmo de maduración más lento que alarga el ciclo madurativo y ayuda a mantener los aromas además de conservar elevados los niveles de acidez, que tienden a disminuir mientras las uvas maduran y aumentan los niveles de azúcar. En estas condiciones se obtienen vinos con pH más bajos que presentan un carácter más fresco.
Para el joven viticultor lo que se persigue en la recuperación del cultivo de la vid en la Sierra de Albarracín, que es un patrimonio cultural que no se puede dejar perder, es elaborar unos vinos de élite, vinos que no necesitan echar aditivos ni conservantes y que tienen los mejores ingredientes para contar con la mejor calidad. “Es una viticultura extrema el vino de alta montaña”, destacó Gustavo Calvé.
Patrimonio casi perdido
El joven viticultor de Albarracín, Gustavo Calvé, escribía el pasado 5 de abril de 2018 el descubrimiento del cultivo de la vid en Bezas donde ha empezado a trabajar una viña en esta localidad. “Hoy ha sucedido algo muy emocionante y sorprendente, la búsqueda incansable de nuestro pasado vitícola dio su fruto. La prueba viva de que hubo un antiguo patrimonio casi perdido. Desde la localidad de Bezas. Municipio perteneciente a la Sierra de Albarracín, ubicado a las faldas de los pinares del Rodeno, un bosque lleno de energía y espiritualidad que reina una paz indescriptible. Os presentemos esta joya de la enología. Un viñedo centenario, en su mayoría de garnacha a una altitud de 1170m, sobre tierras pedregosas y aún en producción. Solo en lugares así, cargados de historia y espiritualidad con viñas tan antiguas se puede encontrar los grandes vinos. Esto forma parte de la riqueza de nuestro patrimonio Vitícola Español y es una obligación como hermanos del viejo mundo no dejarlas perder. Plantado por Benigno Martínez y continuado por su hijo Victorino Martínez y su nieto Sergio Martínez, os damos las gracias por haber mantenido vivo hasta nuestros días este antiguo patrimonio casi perdido. Sergio nos contaba que su abuelo pasaba muchas horas allí, amaba su viña. Puedes estar tranquilo Benigno las vamos a cuidar con la misma pasión y mimo que tú lo hiciste. ¿Pero dónde radica verdaderamente la importancia de este viñedo aparte de por su antigüedad? En su «material genético». Una garnacha plantada con sarmientos de otra viña de la localidad y así remontarnos hasta sus orígenes, que no sabemos donde empezarían ni quién trajo la viticultura hasta aquí, pero de lo que sí estamos seguros es de que esta garnacha lleva muchos años aclimatada a este lugar, un material genético único. El futuro está en nuestro pasado”.
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