Un pupitre blanco costaba en 1892 25 pesetas mientras que era posible comprar uno negro por 22,50. Cuatro de ellos se pueden ver actualmente en la Escuela Museo de Tronchón, donde también es posible admirar el timbre del maestro, los botes de tinta y una escribanía de los años 40. En esta escuela había a su vez (y se conservan hoy) dos cajas de minerales de las que comercializó entre los años 1900 y 1950 Lluís Soler Pujol, fundador del Museo Pedagógico de Ciencias Naturales y especialista en la edición de materiales didácticos y divulgativos. Todo ello se completa con una colección de cuatro mapas, cada uno de una parte del planisferio, que datan de los años 1894-1895.
La Escuela de Tronchón forma parte de la red de museos que sobre la Educación se han puesto en marcha en la Comarca del Maestrazgo y a la que han sumado también la escuela de la localidad de Mosqueruela, en Gúdar-Javalambre, que se ha montado con los materiales que se conservaban en el barrio de la Estrella. Junto a ellas está la escuela de Cañada de Benatanduz, Cantavieja (con los materiales de la partida del Barranco), Mirambel, La Cuba y Dos Torres de Mercader, que es una pedanía de Castellote. En un futuro quieren poner en marcha otro nuevo espacio vinculado en este caso a las escuelas masoveras. El proyecto lleva por título La escuela de ayer para construir el mañana y ha sido impulsado desde el área de Cultura del Maestrazgo con el apoyo y la investigación de Estefanía Monforte, que es vecina y maestra de Mosqueruela.
Todos los espacios quedaron terminados en el año 2017 y ahora las impulsoras del proyecto, Sonia Sánchez y Estefanía Monforte, pretenden darle difusión y convertirlo en una herramienta tanto para las personas que se están formando para ser futuros maestros como para los niños de la Comarca del Maestrazgo y de otras limítrofes.
“Es una buena forma para sensibilizar sobre despoblación y escuela”, explica Monforte, quien añade que por eso el proyecto suele desplazar a los participantes hasta las localidades más pequeñas como La Cuba o La Cañada de Benatanduz, “donde el silencio les permite buscar los sonidos de la despoblación”, relata.
En el caso de los maestros, el recorrido resulta muy enriquecedor puesto que contribuye a crear conciencia sobre la importancia de preservar los materiales escolares antiguos. Les ayuda, por otra parte, a conocer de primera mano la historia de la educación que aprenden durante la carrera sobre el papel.
En las visitas guiadas realizadas hasta ahora han contado con el apoyo de antiguos alumnos. En este sentido, tanto Monforte como Sánchez destacan el gran interés que han despertado estos proyectos en los pueblos en los que se han desarrollado. Durante las sesiones los niños se toman fotos con las antiguas vestimentas que llevaban sus padres y abuelos a mediados del siglo pasado y aprenden a hacer caligrafía con plumas y tinta, materiales habituales durante muchos años en las escuelas españolas.
Sánchez precisa que por la escuela de un pueblo han pasado todos sus vecinos y les encanta rememorar la infancia a través de los materiales que allí se exhiben. Así, la iniciativa está diseñada tanto para los propios habitantes del territorio como para los visitantes que llegan de fuera.
Por otro lado, la técnica de la Comarca destaca lo bien recreados que están los ambientes en todos los espacios museográficos. De hecho, en algunos lugares, como en Tronchón o La Cuba, se han montado en los mismos locales de las antiguas escuelas.
Estefanía Monforte indica que la experiencia museográfica del Maestrazgo no es única, sino que hay otras en lugares como el Museo Escolar de Pusol, en Elche, donde además son los propios niños de la localidad los que hacen de guías para los visitantes.
Las responsables del proyecto recalcan que los materiales recopilados en estas sierras turolenses muestran que las diferencias entre los recursos de una escuela de pueblo no diferían mucho de los de una ciudad: “Hay material de química que era similar al de un instituto de ciudad, dependía de lo que el maestro quisiera comprar”, asegura la profesora Estefanía Monforte.
El proyecto sobre la escuela antigua en el Maestrazgo incluye a su vez la realización de un inventario en el que se han catalogado más de un millar de objetos. En este documento se especifican y se recogen datos y fotos de las diferentes piezas, así como su procedencia.
Cada una de las recreaciones se nutre de los materiales propios encontrados en esa localidad y, si existe alguna laguna, se ha completado con reproducciones de mapas o de documentos. Los museos pedagógicos recrean la historia por periodos y lo que sí se hecho en los del Maestrazgo es mezclar los materiales de las escuelas de niñas y las de niños, que antes eran diferentes.
En el caso de Tronchón, el trabajo de investigación supuso la recopilación de importantes documentos, como el Reglamento provisional de las Escuelas públicas de Instrucción Primaria Elemental escrito en Madrid el 26 de noviembre de 1838. Por otro lado, aparecen Instrucciones de antropología y pedagogía arregladas a la legislación vigente en España, a las costumbres y al carácter de sus moradores, para las Juntas de primera enseñanza. Su autor fue Miguel Dubá y Navas, datan del año 1845 y su objetivo era, según explica Estefanía Monforte, “dar orientaciones y asesoramiento a las Juntas para marcar las líneas pedagógicas de la escuela, la administración de ésta y también a saber constatar cuales son los maestros más indicados”.
En los archivos analizados también hay varias actas de toma de posesión de maestros y, curiosamente, unas actas de las votaciones para la elección de los concejales de 1904, que figuran entre los documentos de la escuela porque las votaciones se llevaban a cabo en el local escolar.
Sonia Sánchez especifica que el proyecto para impulsar el patrimonio cultural a través de las escuelas es uno de los que menos inversión ha requerido por parte de la institución comarcal y, sin embargo, es de los más vistosos. Así, destaca que la mayor parte del coste fue para la restauración de mapas y otros documentos antiguos que se consideraban de vital importancia y para la grabación, por parte de una empresa especializada, de diversos testimonios documentales de personas que asistieron a algunas de las escuelas musealizadas.
El proyecto se completa con varias entrevistas cortas porque, como apunta Sonia Sánchez, “la memoria oral es fundamental” y la divulgación es lo que contribuye a dar sentido al proyecto.
Manuel Ayora, un maestro nacido en Tronchón
Manuel Ayora Piquer nació en enero de 1910 en Tronchón. Su padre era una persona culta que había viajado a Francia y a Inglaterra a aprender el idioma y propicia que su hijo estudie Magisterio en la Escuela Normal de Teruel. Se desconoce en qué año acaba la carrera, pero su familia recuerda que perdió la mano con 20 años en La Mata de Olmos, en el que era su segundo destino como docente. También estuvo en Torre del Compte y en Valdealgorfa donde conoció a su mujer y se casó. Finalmente consiguió plaza en Tronchón. Durante esos años obtuvo su mayor esplendor profesional, ya que si algo le caracterizó a Manuel fueron sus publicaciones de artículos sobre pedagogía en revistas como Faro y República. En Tronchón le pilló el principio de la Guerra Civil y tuvo que huir cuando las tropas nacionales llegaron ya que era un destacado republicano. Su padre fue fundador de UGT y de Izquierda Republicana en la zona del Maestrazgo, de hecho parece ser que tuvo bastante que ver con el hecho de que en Tronchón no se fusilara a nadie cuando entraron las tropas de la CNT.
Ayora huyó a Francia y llegó a estar en un campo de concentración cerca de Lyon, aunque gracias al sindicato de maestros de dicha ciudad conseguía comida y llegó a salir del campo con un trabajo de leñador, algo que al parecer era habitual.
Tras la guerra volvió a España y se afincó en Barcelona, donde trabajó en una academia. Después montó otra propia en Mora de Ebro (Tarragona) y de allí volvió a Valdealgorfa para casarse y regresó, ya con su esposa, para instalarse definitivamente en Mora. Cinco años después fue depurado y pudo volver a ejercer como maestro en la Escuela Nacional. Es entonces cuando se trasladaron a Alcañiz por un breve plazo de tiempo de 6 meses, donde inauguró y ejerció de maestro en las escuelas, hoy desaparecidas, que había en las Eras de la Cosa (Carretera de Zaragoza.
De Alcanar a Barcelona
Le salió la oportunidad de ejercer de maestro en Alcanar (Tarragona) y allí se trasladó la familia hasta que, al cabo de los años, su hijo decide irse a trabajar a Barcelona y Manuel Ayora y su mujer le siguen. El traslado no fue sencillo ya que apenas tenía puntos al no reconocérsele los años que trabajó de docente en la República. Tuvo que pagar para poder ejercer en Barcelona, primero en Ripollet durante dos años y posteriormente en la propia capital, en el Colegio Nacional Pere Vila en el que impartió clase hasta que se jubiló en 1978.
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