‘Un bosque de sombras y otros refugios’ exhibe cerámica, fotografía y pintura de varios artistas.
La creatividad tiene sus luces y sus sombras y una exposición en Albarracín habla ahora de esa búsqueda del lenguaje propio, de la forma personal de expresión que constituye el hecho artístico y que se plasma en el color, pero también en la penunbra o en los símbolos. En la muestra se da voz a las cerámicas de Teresa de la Cal y María Rodríguez, la fotografía de Karto Gimeno y la pintura de Miguel Ángel Pérez Arteaga y sus trabajos hablan diferentes lenguajes, pero entablan un diálogo que no dejará al visitante indiferente.
Las obras se disponen en dos salas del Museo de Albarracín y, bajo el título de Un bosque de sombras y otros refugios, se unen las inquietudes de los cuatro artistas aragoneses. La exposición se inauguró el pasado sábado por la tarde y permanecerá abierta al público hasta el 25 de septiembre.
La muestra surge por el interés de Arteaga por los procesos creativos en diferentes ámbitos artísticos, que le llevó a proponer a la Fundación Santa María de Albarracín una exposición coral para sustituir a la individual que le habían encargado. “Lleva años trabajando en los procesos creativos en diferentes ámbitos artísticos, investigando acerca de los procesos y le pareció interesante convocarnos”, explica Teresa de la Cal, con quien Arteaga ya había trabajando en anteriores ocasiones. También con Karto Gimeno había unido fuerzas y en esta ocasión completa el cuarteto María Rodriguez, que comparte el taller Caliche con De la Cal.
Entre ambas ceramistas hicieron la obra Un bosque de sombras, formada por ramas con cerámicas insertadas que da parte del título a la muestra global. Son tótems o símbolos que proyectan sombras, dando profundidad a la propia instalación, que está situada en el centro de una sala. Para su creación cogieron ramas de diferentes especies de árboles y les acoplaron las cerámicas creadas por ellas mismas, “sin ningún tipo de coordinación, para luego escoger de forma conjunta las que se exhiben”, precisa De la Cal.
La otra instalación cerámica es de Teresa de la Cal, se titula Indicios variables y en ella pretendía crear símbolos “en los que lo importante era vaciar, es más relevante lo que se lee en los huecos”, recalca. Lo de variables responde a que algunas fueron modificadas durante el proceso e incluso se rompieron, “lo que las hace más interesante”, comenta la autora. Los símbolos, que no representa nada concreto, parecen en su conjunto signos de escritura y resultan muy sugerentes a la mirada del espectador.
Inspirarse en la transparencia
Por su parte Miguel Ángel P. Arteaga ha presentado dos series de dibujos, una de ellas titulada El equilibrio de la transparencia que fue creada con rotuladores Carioca en un cuaderno blanco. Su objetivo era experimentar sobre el color y la transparencia a través de las marcas y nuevos dibujos que se crean al otro lado de la hoja. Sus obras son unos personajes constructivos y los dibujos presentan un elevado grado de improvisación y cotidianidad, de hecho hay dibujos que modifica días después dejando entrever la creación anterior.
La otra obra del pintor es Improvisación sobre pared de color F6.60.60, un gran mural realizado en una noche pocos días antes de abrirse la exposición al público. En él ha llevado la improvisación un paso mas allá para plasmar los dibujos previos, modificando la escala, sobre un fondo de color . “Lo que él tenía en la cabeza no fue lo que acabó haciendo en el dibujo que a priori era algo más natural y acabó en dibujos más humanizados y étnicos”, precisa Teresa de la Cal.
También Karto Gimeno muestra dos trabajos. Uno de ellos es Nadie quiere la noche, que son siete cuadros colocados a modo de viacrucis que plasman paisajes del estado de ánimo. Se trata de fotografías transferidas sobre una tabla y, posteriormente, intervenidas con pincel para crear una atmósfera nebulosa en la que habla de la necesidad de permanencia, de no querer ser olvidado.
El otro trabajo del fotógrafo, Mecanismos de defensa, son cuadros que hacen alusión a los límites de su ciudad, Zaragoza. Plantea esos límites como un decorado, al igual que ocurre en la película El Show de Truman, y lo logra haciendo construcciones con palitos sobre las fotografías, que han sido puestas sobre una tabla cuya textura permanece a la vista, consiguiendo de esta forma un efecto muy teatral.
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