Instalados en pleno verano, muchos tienen las vacaciones ya a la vuelta de la esquina, aunque no todos tienen el destino decidido. Con las buenas temperaturas, el calor y los días más largos, las costas españolas se llenan de visitantes. Sin embargo, el interior también puede ser un destino en el que pasar los días libres. Un ejemplo de las posibilidades que ofrece es Albarracín, en la provincia de Teruel.
Se trata de un pueblo situado sobre la orilla del río Guadalaviar y en el que gracias a sus murallas y su color rojizo puede trasladar a cualquier visitante a la Edad Media, eso sí, con muchas más comodidades. Ofrece además un importante entorno natural y arquitectónico que lo hace apto para todos los gustos.
Naturaleza y arquitectura
En cuanto a la naturaleza, Albarracín ofrece la posibilidad de hacer rutas de senderismo y visitar el nacimiento del Tajo. También se puede pasear por el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno o por el sendero del Paseo Fluvial del Guadalaviar.
Por otro lado, este pueblo caracterizado por sus murallas, sus casas de color rojizo con pequeñas ventanas conserva muestras de arte rupestres levantino que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por lo que es un destino ideal también para los amantes de la cultura y la historia.
Se trata de una localidad de poco más de 450 kilómetros cuadrados y con una población, según el dato del INE de 2018, de 1.016 habitantes. A pesar de ser un pueblo pequeño, ofrece innumerables atractivos como su Plaza Mayor, una catedral, las iglesias de Santiago y Santa María o el Museo Diocesano. También supone un destino perfecto para visitar con niños ya que dispone de un museo del juguete o la subsede de Territorio Dinópolis.
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